miércoles, 9 de abril de 2014

Niños que castigan a sus muñecos, ¿es un problema?

Es necesario y vital que tanto padres como profesores observen a los pequeños, pues cada uno de sus comportamientos son, desde que nacen, señales que nos indican cuales pueden ser sus carencias, sus necesidades o incluso su propio instinto natural.



Algunos de esos comportamientos nos pueden indicar algunas vías de educación, con el fin de encauzarle hacia un camino correcto. Pero si bien es cierto, hasta no hace mucho, los padres dejaban a sus hijos casi a su antojo, o por el contrario, les mantenía en una férrea conducta, a menudo inhumana. Ahora nos preocupa tanto la felicidad del niño que incluso casi no le dejamos ni respirar.

Es bueno observarles, atender sus necesidades, tratar de entender el motivo de sus comportamientos, pero de ahí a llegar al agobio o al exceso hay un abismo importante. Queramos o no, ya vienen con su propia personalidad y con sus necesidades totalmente individuales. Pero, ¿qué haríamos si les vemos castigar a sus muñecos, o incluso, pegarles?

A partir de los 3 años es cuando empiezan a desarrollarse los juegos de representación, es decir, el niño imita el mundo que le rodea: le gusta cocinar, cuidar a los bebés, conducir o enseñar las vocales como lo hace la maestra. Así que si atendemos a esta percepción, si castiga o pega a sus muñecos, entonces está imitando lo que ve a su alrededor. Pero esta afirmación no es del todo cierta.

Es normal que en la escuela la profesora mande al rincón a pensar a algunos de estos niños más rebeldes o que haya visto pegarse entre compañeros, pero eso no significa que sea lo habitual, de modo que tampoco lo es en casa. También los niños juegan a la guerra o a peleas, y no pasa nada, es más, estos juegos les ayuda a controlar sus impulsos agresivos.

Pero, ¿qué podemos hacer? Lo mejor es preguntarle el motivo del porqué están castigados y hacerle entender que necesitan diálogo y mimos para que entiendan bien las cosas, y que con la violencia no se va a ningún sitio. Eso sí, las palabras se quedarían huecas si no predicamos con el ejemplo.


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