jueves, 13 de marzo de 2014

Miedos infantiles

 Que los niños tengan miedo es algo habitual. Los miedos de los niños son evolutivos, es decir, son naturales y van cambiando según la edad del niño, por eso no se tienen miedo a las mismas cosas, van cambiando a medida que van creciendo. La clase está en ir superándolos cada uno de ellos que se van presentando en su momento y a la edad en la que aparece, evitando que se queden bloqueados y que se acumulen a lo largo de su crecimiento, convirtiéndose en un "niño miedoso".


Miedos evolutivos normales


¿Cuándo un miedo se convierte en un problema?

El miedo es un sistema primitivo de alarma que nos ayuda a evitar situaciones potencialmente peligrosas.



Por todo esto, es importante marcar la diferencia entre los miedos evolutivos, pasajeros y naturales  que forman parte del curso normal del niño, y los miedos patológicos que pueden precisar una intervención clínica. A estos últimos se les conoce habitualmente con el nombre de "fobias" y se presentan estas dos características:
  • El miedo es desproporcionado. Es decir, aparece ante situaciones que no justifican la respuesta evocada o es demasiado intensa en relación al estímulo que la provoca.
  • El miedo resulta desadaptativo. Produce gran malestar al niño y repercute significativamente en su funcionamiento diario, infiriendo en sus entornos rutinarios (como en el colegio, en la familia, actividades de ocio y relaciones sociales, etc.)

¿Cómo se convierte en una fobia?

En la mayor parte de las ocasiones, lo que explica que un miedo normal que  debería superarse de forma espontánea se mantenga y se intensifique en el tiempo se explica por las conductas que los padres y el propio niño empiezan a hacer. Cuando comienza el pequeño a desarrollar miedo ante un estímulo, por lo general comienza una serie de conductas encaminadas a evitar la aparición del estímulo que genera el malestar o, una vez que éste se presenta, intenta escapar de él.

Por ejemplo, un niño que teme a los perros podrá no querer salir a la calle o evitar cruzarse con el funcionamiento estrategias que creen que ayudarán al pequeño a sentirse mejor. Lo que pasa es que, en la mayoría de los casos, las estrategias utilizadas por los padres o por el propio niño no siempre es la adecuada para él, ni lo más oportuno para ayudarle a superar su miedo. Acceder a las demandas del niño, permitiéndole evitar los estímulos temidos, en lugar de un avance en la superación del miedo, constituye un avance hacia el incremento de éste, y es que los miedos crecen cuando evitamos afrontarlos.
animal por la misma acera, y en casos más extremos, mostrar tremenda angustia, llorar y gritar para dejar patente su miedo. Por lo general, cuando los padres se encuentran en casos como estos, les es complicado saber cómo enfrentarse y cómo actuar ante este miedo de su hijo, e intentan poner en


¿Por qué los miedos crecen cuando los evitamos?

El porqué de que un miedo se mantenga y aumente se encuentra en los mecanismos de aprendizaje que se ponen en marcha cuando aparece nuestro temor. Cuando el estímulo temido se presenta, éste nos provoca una reacción corporal automática que ha sido asociada con dicho estímulo de forma que se repite cada vez que el miedo aparece.

Esta reacción puede ser desde que nuestro corazón palpite más rápido, al igual que crezca el ritmo respiratorio, la tensión muscular, aumento de la temperatura corporal, sudoración... Antes de estas respuestas fisiológicas, se pone en funcionamiento una respuesta cognitiva que es lo que pensamos acerca de la situación, valorar el grado de peligro que tiene, nuestras posibilidades de evitarlo. Algo bastante frecuente es comenzar a pensar sobre las cosas malas que nos podrían suceder. Esto es habitual en algunos miedos infantiles, como el miedo a la oscuridad, donde la imaginación juega un papel fundamental. Esta respuesta cognitiva ayuda a acrecentar la respuesta psicofisiológica, aumentando el malestar y la tensión.

El tercer elemento de la respuesta de temor es la conducta motora, es decir, lo que hacemos cuando nos encontramos en la situación o cuando creemos que va a aparecer. Dentro de esta categoría se encuentran las respuestas de escape o evitación, que nos ayudarán a distanciarnos o a poner fin al estímulo temido. Por ejemplo, si un niño tiene miedo a los perros y sabe que en el parque es muy probable que encuentre alguno, puede dejar de querer ir al parque.

¿Qué pueden hacer los educadores?

  • Demostrar tranquilidad y transmitirla. El niño, mediante el aprendizaje por imitación o modelado, interioriza los patrones que ve dentro de su familia. Si mostramos tensión, les enseñaremos a nuestro hijo a tener tensión.
  • No obligar al niño a situaciones, cosas u objetos que le den miedo. Elabora un plan de acercamiento paulatino.
  • El ejemplo es la mejor arma. Repite al niño que no pasa nada en esas situaciones que le producen temor.
  • Bajo ninguna circunstancia ridiculizar al niño, respeta sus miedos.
  • Si el niño es pequeño (1 a 4 años), utiliza algún cuento con algún objeto o situación concreta que le ayude a superar ese miedo.
  • Si es más mayor (5 a 9 años), acompáñale y ayúdale a enfrentarse a sus miedos, utilizando el juego y el humor (si tiene miedo a la oscuridad, juega con él encendiendo y apagando la luz) de esta forma le dará menos importancia se reducirán sus temores.
  • Si ves que los miedos persisten con el tiempo e incluso se intensifican, lo más adecuado es buscar ayuda profesional para que evalúe y confeccione un tratamiento eficaz para que poco a poco vaya desapareciendo el malestar del pequeño.

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